Es curioso esto de las encuestas, las minorías y las posibilidades de movilizar electores en orden de un ideal de país. Si uno se basa en las apariciones en prensa, éstas parecen mostrar una sociedad chilena polarizada entre los líderes de una izquierda que, aunque con rostros jóvenes, siguen enarbolando ideologías obsoletas de la década del 60 y, por otra parte, una derecha que por miedo a perder los privilegios del desarrollo apoya sin cuartel al que le garantice al menos cuatro años de un gobierno con mayor sensatez y sentido común.
Aunque, para ser honestos, un futuro gobierno de derecha es solo un balón de oxígeno para un enfermo terminal que es nuestra sociedad, que definitivamente no es representada por ninguna de ambas “pseudo tendencias” expresadas en algunos medios.
La verdad de las cosas es que, por una parte, la izquierda radical chilena no es más que un puñado de soñadores activistas que en las primarias apenas sumaron 320 mil votos. Sin embargo, con disciplina y mucha cobertura han logrado instalar la idea de que hay un Chile mayoritariamente refractario al modelo de sociedad que nos ha sostenido estos últimos 30 años. Esto es una gran mentira, pero sí un logro mediático impresionante.
Por otra parte, respecto del electorado de centroderecha, éste es un número muy superior al de la izquierda del Frente Amplio y, curiosamente, hoy los une el pánico a otros cuatro años de reformas estructurales terribles que nos acerquen más a Venezuela y Cuba que a los países de la OCDE del cual tanto nos orgullecemos en pertenecer.
Lamentablemente el miedo a la debacle nunca ha sido un buen programa de gobierno ni menos para pensar una sociedad de futuro; pero sin duda, parece suficientemente atractivo como para movilizar al actual electorado chileno y volver a entregar al presidente Piñera la banda presidencial antes de que termine este año.
Dicho esto, sería muy interesante para el eventual futuro gobernante dejar de hacer concesiones a las ideologías de izquierda a sabiendas que, de ellos, haga lo que haga, no recibirá “ni sal ni agua”. Y promover sin complejos los verdaderos ideales de una importante parte de la centroderecha.
En otras palabras, si Piñera sale elegido, tiene una oportunidad púnica de ejercer un liderazgo que no tema defender valores como el principio de subsidiariedad del Estado. Un liderazgo que no tema pagar costos políticos si expresa sin ambigüedades que los derechos humanos no son exclusividad de la izquierda y también aplican para los presos del gobierno militar o, que los niños por nacer deben ser protegidos sin excusas y no eliminados por no ser deseados. Para qué decir un liderazgo que defienda con fuerza que los empresarios no son “monstruos” y que incluso las pymes administran mejor la economía que los funcionarios públicos.
Piñera tiene asegurado que nunca contará con los votos de la izquierda, pero no tiene asegurado todos los votos de un Chile que va mucho más allá que simplemente asegurar el crecimiento y el empleo. No estaría mas no dar por sentado el apoyo de esta parte del electorado y también preocuparse explícitamente de sus legítimas aspiraciones.