La actual disputa acerca de la moralidad de las ganancias económicas nos debe hacer reflexionar acerca de lo que está en juego en esta discusión.
No se trata solamente de sostener que un trabajo bien hecho tiene en justicia el derecho a exigir un premio, sino simplemente si este esfuerzo y el deseo de hacer bien las cosas será luego castigado socialmente si además se obtiene una utilidad económica.
De imponerse esta mirada crítica a las ganancias económicas, se estará enviando un mensaje muy nocivo a la productividad de las empresas, que es: sea ineficiente, no cuide sus costos y ojalá no gane dinero, así estará a tono con el resto que le va mal, pero será reconocido socialmente.
La crítica a las utilidades bien habidas de las empresas chilenas es una condena al motor mismo del desarrollo social.
Peter Drucker, el gran gurú del management, sostenía que la generación de utilidades es una parte esencial de las empresas, pues expresan si la organización verdaderamente está cumpliendo su objetivo social que es producir bienes y servicios que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Bajo su mirada, es la propia sociedad la que le entrega este premio en forma de beneficio económico por sobre sus costos.
Siguiendo a Drucker, la ganancia ha de ser considerada un indicador de contribución social.
Si esto es así, la moralidad del lucro como beneficio económico de una empresa no depende del monto de esas utilidades sino si esta se correlaciona o no con un beneficio social claro.
Esta discusión parece bastante más interesante que la otra pues pone el acento en el componente de justicia social de las utilidades y no en la generación de las mismas.
Someter la discusión de la utilidad solo al monto es una caricatura y una reducción que supone que el único fin de ellas es engrosar los bolsillos de los dueños del capital.
Es claro que si el único destino de las utilidades es el enriquecimiento de los accionistas cabe un cuestionamiento moral, y de hecho lo hay. Toda la teoría de los stakeholders y del valor compartido plantea la necesidad de considerar otros incumbentes con derechos sobre las ganancias de las empresas.
Planteamientos de esta naturaleza desconocen el efecto positivo que las ganancias de las empresas tienen sobre terceros, como son las frecuentes inversiones en temas sociales que las mismas empresas hacen.
Pero no solo eso, generar utilidades requiere altos niveles de educación y destrezas de los ejecutivos y trabajadores. Esto tiene directa relación con todo el sistema educativo primario, secundario y superior. Son las empresas los principales destinatarios de una ciudadanía educada.
Si los estímulos al beneficio económicos no están claros, los incentivos a la mediocridad aumentan y lamentablemente dejan a los países estancados en el subdesarrollo.
Baste ver el caso de Venezuela para verificar como siempre la lucha ideológica contra la riqueza, afecta finalmente a los ciudadanos más pobres y desprotegidos.